miércoles, 14 de octubre de 2009

El odio


El diccionario de la lengua española define el odio como: "Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea". Antonio Gamoneda, en su Libro de los venenos, dice "que los que quieren dar secretamente veneno despojan de su natural amargor a las sustancias mortíferas y les quitan su hediondez con gomas aromáticas. También las mezclan con aquellas medicinas que suelen darse para la salud y las deslíen en las purgas o las esconden en el interior de las viandas." Debo aclarar que pienso el odio como el veneno de una alimaña. El odio es la representación más baja de la intolerancia y del desprecio hacia las personas. Inocular, inyectar, insuflar el odio dice mucho de lo execrables que pueden llegar a ser ciertos seres. Y son estos seres las alimañas a las que me refería antes. En ellos está el veneno, porque es de su naturaleza. Y la naturaleza de estas bestias es arrojarlo. Aguijones, mandíbulas, glándulas, espinas afiladas, tentáculos y una larga variedad de apéndices y órganos destinados a hacer llegar el veneno a sus víctimas. Pero el sistema más sofisticado, el más dañino está en el hombre. Su capacidad de pensar, razonar, dilucidar, a veces se ve obstruida, cegada, atrofiada, por ese mismo veneno que almacena. A ello contribuye una vida de total insatisfacción. Entonces ese veneno debe de salir, no puede acumularse.
Las fieras que arrojan de sí ponzoña salen entonces de sus enlodadas madrigueras. Guiadas de su natural y propia maldad, determinan matar con veneno a otros, buscan ponzoña que no de treguas. Prestan atención buscando siempre la víctima más débil, la más indefensa, como depredadores naturales. Suelen ¿vivir? en grupos numerosos, sometidos al influjo de la hembra más adulta y solitaria, una hembra que va desprendiendo ya un tufillo a cadáver, pero que sus vástagos defienden contra cualquier injerencia externa, sobre todo porque heredarán la capacidad del odio. Se desplazan, -aunque observando sus torpes movimientos convendría aplicarles más la acción de arrastrarse-, imitando en todo la figura del hombre. Engañan con la vista y el habla. Engañan en todo, pues su corazón es negro y les infectó el alma, y esta, macerada y oprimida por una sulfurosa mixtura de sustancias insalubres, fue arrojada de sus cuerpos.
En determinadas ocasiones, las alimañas, sintiéndose muy necesitadas de arrojar su veneno, suelen tener comportamientos que les hacen caer en el salvajismo más abyecto, incluso para estos seres sin alma.

P.S. Mijail Bakunin, en su libro Dios y el estado, dice: "Hay una categoría de gentes que, si no cree, debe al menos aparentar que cree. Son todos los atormentadores, todos los opresores y todos los explotadores de la humanidad. [. . .] Ninguna discusión con ellos ni contra ellos es posible. Están demasiado enfermos."

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