lunes, 8 de noviembre de 2010

Noviembre


Este fin de semana, como cada quince días, Isabel y yo nos refugiamos en nuestro pequeño paraíso, cerca de Granada, en un pueblo de las estribaciones de la Sierra. Desde allí vamos a dar paseos por entre árboles y huertas, -recogemos nueces, higos, tomates, hierbas aromáticas-, sumidos completamente en la luz del otoño, en los colores embriagadores que nos ofrece esta estación del año. Encendemos la chimenea, apagamos la luz eléctrica, y, bajo una confortable manta, miramos fijamente cómo las lenguas naranjas y rojas del fuego muerden la madera seca, sin prisa, con celo callado. El tiempo transcurre, pero no pasa. Vivimos en la lentitud del fuego y del silencio. Allí somos nosotros dos, dos amantes, dos amigos. Nos vivimos despacio, -madera mordida por el fuego-, hasta que el resplandor de las brasas no nos alcanza, cubiertas ya por la ceniza.

Las hojas de los álamos de tu corazón, bajo la tibia luz de noviembre, también cambian de color y se las lleva el viento.

1 comentario:

  1. Una belleza de foto y de descripción. Quería saludarte y agradecerte que hayas visitado mi blog. Vendré por aquí. Un saludo, ana.

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